Susana, al escuchar su despertador, se levanta todas las mañanas muy pronto
para ir a trabajar. Es una chica muy activa y no le cuesta ningún esfuerzo
madrugar. Siempre se levanta con una sonrisa ya que piensa que si la vida le ha
dado la oportunidad de levantarse un día más debe estar muy agradecida.
Sale de casa con la misma sonrisa y saluda a todos los vecinos con los que
se cruza con mucha efusividad, como cada mañana... Le encanta mirar a los ojos
a la gente y que estos le miren con la misma complicidad. Son de esas
pequeñas cosas que la vida le regala para ser feliz día a día. Aunque ella no
lo sabe, consigue transmitir mucha energía positiva a sus vecinos para empezar
un nuevo día.
Todos los días hace el mismo camino hasta su trabajo, pasa por un rosal y le
gusta acercarse para sentir ese olor que le hace soñar con un mundo sólo de
fresas... Le encanta ir pisando cada hoja seca que se encuentra y escuchar el
sonido que hace al ser pisada... Estos pequeños detalles son los que hacen que
no pare de sonreír todo el día.
Así llega hasta su trabajo, un tanto especial, ella trabaja en la
construcción. Le encanta pensar cómo será la vida de las personas que van a
vivir dentro de los ladrillos que ella está colocando uno a uno con una sonrisa. Pero a
partir de este momento del día es cuando Susana va dejando poco a poco de sonreír.
Su cara se va convirtiendo en la imagen de la situación en la que vive cada día
en su lugar de trabajo. Nadie entiende que una chica tan dulce y risueña esté
desempeñando una labor que por tradición ha sido realizada por hombres, entre
otras cosas por la carga física que conlleva. Ninguno de sus compañeros hombres
le ayudaba en el día a día en el que tenía que aguantar vejaciones, insultos y un montón de
palabras llenas de incomprensión…
El camino de vuelta a casa de Susana no es tan ameno como el de ida. El
sentimiento que le acompaña es el de tristeza. Se va cavilando si al día
siguiente debe ir y aguantar todo lo que escucha por el mero hecho de “no estar
en su sitio”. Ella se plantea si: realmente no es su sitio o son ellos los que
no entienden que no pasa nada porque una mujer desempeñe el trabajo de un
hombre. Con esta duda vuelve todos los días a casa, se pone su pijama y se mete
en la cama hasta el día siguiente…
Al día siguiente como siempre Susana al escuchar su despertador, se levanta
pronto para ir a trabajar. Es una chica muy activa y no le cuesta ningún esfuerzo
madrugar……………….
Esta es el día a día de Susana pero podría ser el de cualquiera de nosotras.
Realmente alguien piensa que esta chica se merece que le borren la sonrisa de
su cara simplemente porque “no es su lugar”. ¿Creéis que Susana debería luchar
todos los días?
¿Cambiar la situación está en manos de Susana? ¿De sus compañeros? ¿De todos nosotros y todas nosotras?
¿Cambiar la situación está en manos de Susana? ¿De sus compañeros? ¿De todos nosotros y todas nosotras?
Lanzo aquí algunas preguntas para reflexionar cómo en mayor y en menor
medida este tipo de situaciones influyen en la buena, o más bien mala,
convivencia de nuestra sociedad. Así como los sentimientos individuales de personas como Susana.
Angus =)
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