Una isla cercana al Trópico de Capricornio estaba habitada por una colonia de personas muy especiales...
Bueno mejor dicho de personitas, porque la media de edad no subía de los diez
años. Con esa edad, como todos los niños y niñas se pasaban casi todo el día
jugando, soñando y sonriendo!! Y digo casi todo el día porque paraban para
comer y así coger energía para seguir jugando y para dormir y así descansar del
duro día de juegos...
Les encantaba dejar echar a volar su imaginación con personajes imaginarios,
con lugares mágicos y con historias increíbles. Todo esto lo hacían sin la
necesidad de los adultos. Ellos sabían organizarse, pasárselo bien, sin
conflictos y sin que nadie les diga cómo, dónde y cuándo disfrutar de
divertidos juegos.
Los que llevaban la voz cantante eran los más pequeños porque tenían una
gran capacidad creativa, una gran imaginación. A los mayores les encantaba
escucharles y aprender de su soltura a la hora de "innovar" en el
mundo de los juegos.
Seguramente que si le preguntáramos a alguno de ellos la definición de los
que están sintiendo allí las veinticuatro horas del día sería... FELICIDAD.
Aunque era muy difícil llegar hasta la isla, un día, de repente, un grupo de
Adultos llegó en un barco de vapor. A partir de ese día todo cambió, porque
éstos no se molestaron en ver cómo vivían los lugareños. Sólo quisieron imponer
sus normas, no entendían que se lo pasaran bien jugando de manera cooperativa y
no competitiva.
Nuestros pequeños y pequeñas protagonistas no entendía porque se tenía que
buscar un ganador siempre en todo y había que intentar a lo largo del día
demostrar que eres más rápido, más fuerte y más listo que los demás, ellos
simplemente querían ser felices.
A partir de ese día dejaron de ser felices las veinticuatro horas, para
serlo sólo cuando no estaban los adultos…
Angus =)
Este cuento nos narra una pequeña realidad, que es el cómo los adultos manipulamos, de manera consciente o inconsciente, la manera de jugar de los niños y niñas. Ellos siempre juegan con el objetivo de pasárselo bien y sobre todo ser felices. Los adultos en cambio lo que hacemos al inmiscuirnos en sus juegos es intentar “cambiarles el chip” y mostrarles juegos cuyo objetivo principal es la competitividad. Os invito a la reflexión de esta situación y cada uno como educador o padre o madre que se plantee si es consciente de esta situación…
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