El pirata Barbacachos vivía en un barco llamado Légolas. Su embarcación no era muy grande pero lo justo para vivir tranquilamente. Era un tanto especial, ya que él no se dedicaba a robar ni a buscar tesoros. Su único objetivo en la vida era hacer feliz a la gente con pequeños detalles. Lo hacía de maneras muy asombrosas. Se pasó una semana tallando en un árbol el nombre de dos personas que descubrió que estaban enamoradas y que iban a pasar por ese lugar. Sólo con ver la cara de felicidad y asombro le valió la pena su trabajo.
Como vivía en el barco podía cambiar de residencia siempre que quisiera, y así, podía abrir el abanico de posibilidades de llevar Felicidad a la gente. Como buen pirata llevaba un parche en el ojo, y, como le gustaba ser especial se pintó un ojo en el parche para que nadie supiera que lo llevaba.
Como vivía en el barco podía cambiar de residencia siempre que quisiera, y así, podía abrir el abanico de posibilidades de llevar Felicidad a la gente. Como buen pirata llevaba un parche en el ojo, y, como le gustaba ser especial se pintó un ojo en el parche para que nadie supiera que lo llevaba.
Un día, a Barbacachos, le contaron la historia de dos personas que estaban enamoradas, pero compartían vida con otras personas. Esto le hizo cavilar durante varias noches sobre qué podía hacer. Tenía que conseguir más información sobre estas dos personas. Poco a poco se enteró que tenían un montón de cosas en común, les gustaba pasárselo bien, disfrutar de los pequeños momentos, hacer pequeñas locuras, la música, mirar estrellas y un montón de cosas más.
Un día, nuestro protagonista se levantó por la mañana y pensó: !Ya lo tengo! Voy a idear un plan para que se encuentren en condiciones especiales y se den cuenta de lo que siente uno por el otro. Les preparó un día “especial”. Ellos no sabían nada obviamente, y se levantaron como cualquier mañana para ir a sus trabajos. Lo primero nada más levantarse fue despertarse con una canción en su despertador que les recordaba a la otra persona, después en casa sólo tenían para desayunar justamente lo último que desayunaron cuando estuvieron juntos. Al poner la televisión sólo se veían estrellas ya que a ambos les encantaba mirarlas. Los dos estaban un poco perplejos ya que de manera mágica todo lo que hacían ese día les recordaba a la otra persona. Por último cogieron el Autobús para ir a trabajar y por las obras de la ciudad cambió su recorrido… Mágicamente sus vidas se volvieron a unir un día cualquiera. Barbacachos al ver sus miradas cruzarse y sus caras sonreír, desapareció. Ya había conseguido que fueran un poquito más felices, el final de esta historia tendrían que escribirla ellos.
Angus =)
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